Se pasan todo el otoño y el invierno encerrados bajo los calcetines y los zapatos, a menudo olvidados, pero llega el buen tiempo y, con él, la temporada veraniega en la que descubrimos, ante la posibilidad de utilizar sandalias o caminar descalzos, que también debemos cuidar nuestros pies.
Si dijéramos que nuestros pies son semejantes al oído o al ojo soltaríamos una gran carcajada., lo que sería un síntoma éste de la poca importancia que damos a esta parte de nuestro cuerpo, considerada por numerosos expertos médicos en la materia como uno de los órganos de los sentidos. Si profundizamos, descubriremos el porqué. El pie humano es un órgano complejo que posee numerosas funciones. Lo componen 107 ligamentos y 19 músculos.
Participa en la marcha por sus funciones de sustento, de propulsión, de recepción y de amortiguación, y lo hace de manera privilegiada en las reacciones de equilibrio, informándonos constantemente de los movimientos de nuestra masa corporal en relación con el suelo gracias a medidas de presión y funcionando como endocaptor (conector neuromuscular) del sistema postural. Al igual que lo hacen los músculos extrínsecos del ojo y los músculos cortos del raquis.
Pero todavía hay más, su sensibilidad cutánea es tal que permite detector variaciones de presión en perfecto equilibrio más de 70 Kilos de peso y 1,70 metros de altura.
Es más, caminando a una velocidad de 100 pasos por minuto y si usted pesara en torno a 80 kg., su pie golpearía el suelo 50 veces por minuto. Si hacemos cálculos, en su vida usted caminará más de 100.000 kilómetros, lo cual equivale a resistir miles de toneladas por mes. Es decir, nuestros pies resisten más que los amortiguadores o neumáticos de nuestro coche! A nuestros pies sólo les falta gritar para que les prestemos un poco de atención.
Según los especialistas, sólo acudimos al profesional cuando prácticamente no podemos caminar y sin embargo, todo sería más fácil si no nos olvidáramos de realizar una revisión periódica como mínimo una vez cada tres meses, independientemente de nuestra edad.
Durante esta visita, nuestro médico realizaría un seguimiento de nuestros sufridos pies, haría una historia clínica con los antecedentes podológicos y el motivo de consulta. Se remarcarían las enfermedades sufridas en ese momento y que podrían influir en la salud de nuestros pies y, tras esta primera fase, pasaría a explorarlos detenidamente.
Medidas preventivas
Nuestros pies sufren. Ya no hay duda. Por ello, junto a las revisiones periódicas es más que necesario seguir una higiene adecuada y tomar una serie de medidas preventivas para evitar la aparición de problemas que, como indica la Dra. Martínez, suelen tener soluciones molestas.
Algunos medidas de higiene pasan por intentar no caminar descalzos si podemos evitarlo, cortar de forma periódica las uñas de los pies, procurando hacerlo en recto y, al menos una vez par semana, sumergir los pies en un recipiente con agua tibia y sales de baño.
Edad infantil, el pie plano
Es aconsejable hacer revisiones a los niños durante sus primeros años de vida, ya que hay patologías que pasan inadvertidas para los padres y cursan sin dolor, lo que provoca dolencias en la edad adulta como la artrosis de rodilla.
Según indica Martínez, el pie plano es la causa más frecuente de consulta en la etapa infantil. Se caracteriza par una falta de arco longitudinal y la sensación más aparente es que el niño al caminar desvía el pie hacia dentro.
La huella que deja un pie plano es fácil de reconocer porque carece de la curva característica del pie o está menos pronunciada. Los psicólogos también tienen algo que decir en este ámbito.
Nos aconsejan que antes de prescribir plantillas a un niño hay que estar convencidos de que realmente las necesita, pues corremos el riesgo de convertir en enfermo a un niño normal, aunque sea más laxo que otros, con los problemas psicológicos que esto puede acarrearle.
Adultos, el juanete
Una de cada cinco mujeres en edad adulta sufre la deformación del pie llamada juanete.
El hallux valgus (comúnmente conocido como juanete) es la deformación del pie que sufre una de cada cinco mujeres en edad adulta. Y es que la mayoría de las mujeres prefieren viajar al infierno con tacones, a pasear por el cielo con zapatos planos.
Según el Dr. Iñaqui Mínguez, del servicio de traumatología de los hospitales Quirón San Sebastián y Vizcaya, la deformación de la articulación del dedo gordo del pie se convierte en una lesión grave debido al dolor producido por la inflamación del recubrimiento óseo que normalmente va acompañado de otras deformaciones, como los dedos en garra o en martillo, luxación del resto de articulaciones metatarso falángicas o sobrecarga del apoyo en la planta del pie por pérdida de la función de los dedos.
Cuando la deformación provoca fuertes dolores e incapacitación, requiere un tratamiento quirúrgico que puede ser mediante cirugía convencional o percutánea.
Esta última rompe con el mito de que las operaciones de juanetes son muy dolorosas e incapacitantes, ya que esta técnica no requiere hospitalización y la paciente puede caminar inmediatamente después de la intervención con un vendaje compresivo y una protección específica.
La vejez, enfermedades crónicas y calambres
El dolor de pies es muy frecuente en la edad adulta y se produce principalmente por enfermedades crónicas como la Artritis reumatoide, la gota o la más común en nuestros días: la diabetes. Según la especialista en podología del Hospital Quirón Málaga, la Dra. Cristina Martínez.
La diabetes es una de las enfermedades que más repercute en el pie durante la edad adulta y que necesita de un cuidado periódico.
La diabetes está caracterizada por el aumento de glucosa en la sangre y produce una alteración de la circulación sanguínea periférica que se produce principalmente a nivel de los pies.
Por ello, en el caso de ser diabético es necesario prevenir cualquier tipo de complicación. En este caso y para su seguimiento, la unidad de podología del centro hospitalario realiza una exploración exhaustiva de la sensibilidad y vascularización, estudia los puntos de mayor presión mediante sistemas informáticos para así poder proceder con las acciones preventivas y los tratamientos oportunos según requiera el caso.
El calzado
¿Influye el calzado en los problemas de pie y tobillo? Cuando se valora en la consulta a un paciente con un problema de pie o tobillo, se explora su marcha, se toca sus pies, y se comprueban deformidades y dolor asociado. Pero no olvidemos que caminamos calzados, y la interacción de piecalzado puede proporcionar problemas o soluciones a un pie doloroso.
Las deformidades en los pies (hallus valgus, martillos, garras) tienen un componente hereditario, pero la influencia negativa de un calzado con excesivo tacón se ha considerado clásicamente como un agravante en las mujeres. Desde un punto de vista biomecánico, estudios médicos consideran tacón alto aquel mayor de 7,5 centímetros.
El aumento de la altura de tacón incremente la carga y la presión sobre la región anterior del pie, condicionando en muchos casos la aparición de dolor (metatarsalgia). La combinación de un tacón alto con una caja anterior (horma) estrecha y puntiaguda posiblemente sea la peor combinación para favorecer la aparición (o el aumento) de un hallux valgus y de una metatarsalgia.
Los zapatos con plataforma son algo más benévolos con el antepié. Mientras, los calzados planos con suela blanda (como las chanclas) pueden provocar un exceso balanceo del talón y favorecer una fascitis plantar.
Los calzados con suela en balancín permiten un despegue por inercia del pie, disminuyendo el trabajo del tobillo y del dedo gordo durante la marcha. Aparte de sus pretendidos efectos musculares, los pacientes con artrosis con el dedo gordo del pie (hallux rigidus) o con artrosis del tobillo preciarán los efectos beneficiosos de este tipo de calzado.
Tatiana Vegas – Grupo Hospitalario Quirón